Uno de los primeros comentarios que escucho de parte de muchos de mis alumnos en las clases de canto es “me encanta cantar pero no me gusta mi voz”. A todos nos pasó alguna vez, y más ahora, con sistemas de grabación tan al alcance de nuestras manos y teniendo la oportunidad de grabarnos cuando queramos. Constantemente estamos mandando notas de voz en distintas aplicaciones de mensajería instantánea, o simplemente nos grabamos con el celular para ver cómo nos salió esa canción que tanto nos gusta cantar.
Pero escuchamos por mensajes las voces de otras personas y no nos desagradan, entonces ¿por qué nos pasa eso con nuestra propia voz? Nos pasa porque no estamos acostumbrados a escucharla así.
A lo largo del día, mientras hablamos, escuchamos nuestra voz duplicada, ya que por un lado escuchamos el sonido por fuera de nuestro cuerpo y por otro lado escuchamos el sonido desde adentro, un sonido que viaja a través de la estructura ósea de la cabeza, haciendo que surja una vibración que provoca que escuches un tono más grave al que oyen el resto de personas. Quienes nos escuchan y conocen nuestra voz, sólo escuchan la voz externa.
Otro motivo es el uso de elementos tecnológicos que no están preparados exclusivamente para grabación. Los micrófonos de los celulares, entre otros equipos que podamos usar para grabarnos de manera casera, distorsionan los sonidos, tanto los que graban como los que reproducen por sus pequeños parlantes. En cambio, los micrófonos preparados exclusivamente para grabación reflejan como resultado un sonido mucho más fiel al sonido real de nuestra voz.
Es por esto que lo más importante es reconocer a nuestra voz como propia y única en el mundo, y eso la hace ser maravillosa.
No tratemos de cambiarla, no busquemos imitar a otros cantantes ya que ellos tienen su propio sonido así como nosotros tenemos el nuestro. Trabajemos en la técnica vocal, para que podamos cada vez desarrollar más y mejores herramientas y así lograr cantar todo lo que nos guste de la manera más cómoda posible, lo que nos va a permitir disfrutar cada vez más de escucharnos cantar.
Una voz sana es una voz bella, ¡cuidémosla!
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